El otro día estuve en una charla de Antonio Vicintín, uno de los supervivientes de Los Andes, y la enseñanza es bastante clara: las cordilleras son iguales para todos, sólo cambia la forma de afrontarlas.
Me gustó la idea porque, metidos en el fragor de la batalla, podemos mirarnos demasiado el ombligo y creernos que nuestra situación es la más complicada. Y viene bien que alguien que lo ha pasado realmente mal, se te acerque y te diga que no, que no es tan grave, que sólo hay que apretar los dientes, mirar hacia delante y seguir. Ahí está el secreto, en no parar, en seguir, en insistir. Al final, los resultados llegan y la sensación de satisfacción es enorme. A mi me ha pasado. En lo personal y profesional. Y lo disfruto cada día.
1 comentario:
Vagando por los blog's encontre esta entrada y bueno... gran enseñanza.
Nose si esta en tus intereses algo de poesía un poco crítica jaja. Pero si te apetece te pasas por mi blog.
Saludos!
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