Últimamente no estoy dedicando a este blog todo el tiempo que deberá. Detecto temas que podrían ser interesantes, pero al final nunca me lanzo a escribir.
Ayer, se me abrió el corazón y creo que no debemos dejar pasar la ocasión. Ocurrió al leer la tragedia de los inmigrantes que cruzan el estrecho. Las imágenes son durísimas
Esta gente sabe lo que es el miedo. Cuando les vemos con esa cara de pánico, ayudados por la policia a subir a un barco o llegar a puerto es cuando nos damos cuenta de que sigue habiendo muchas cosas que cambiar. Espero no caer en la demagogia de que todos somos malos o buenos (según se mire) y que no se ponen los medios adecuados. Esto último es verdad, pero también es cierto que hay que ver cómo se gestiona la relación con los países que juegan con sus habitantes y los envían al fin del mundo con unas expectativas que son casi imposibles de cumplir.
Hace unos días, escuché que un inmigrante de Mali tardó dos año en llegar desde su país a la frontera con España. ¿Os imaginais dos años en busca de un Dorado que no existe?
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